sábado, 21 de abril de 2012

YO TAMPOCO QUIERO MANDO

Discurso de orden en conmemoración del 19 de abril de 1810


 Yo tampoco quiero imperios

Nada es más bonito que la mañana en que comienzan una pasión o una revolución. No la olvidamos nunca, volvemos siempre a ella preguntándonos cómo pudimos ser tan afortunados o tan desdichados, cómo pudimos cometer tantos errores por el lado de la sensatez o de la locura. Hace 202 años Santiago de León de Caracas estaba a punto de ser flechada por la pasión revolucionaria, en forma irreversible. Algunos califican a la Caracas de 1810 de aldea insignificante, sin peso en las cuestiones del mundo, dedicada apenas, según Arístides Rojas, a comer, rezar y dormir. Sin embargo, La Guaira es el primer puerto de importancia de las naves que arriban de la metrópoli con impresos clandestinos, conspiradores y noticias. La Historia gira sobre el torbellino de las corrientes y los alisios del Caribe y del Atlántico. Desde 1492 se libra en él la Primera Guerra Mundial por el dominio del globo. Esta guerra se extiende por todos los océanos, dura medio milenio, involucra a todas las grandes potencias, y culmina hacia el siglo XVIII con una hegemonía de Inglaterra que sólo declinará en 1939. Francia contribuye desde 1778 para que Inglaterra pierda sus colonias en la Costa Atlántica. Desde 1789 ambos imperios están en mortal enfrentamiento por un aparente debate entre monarquía y República, cuya presa real son los mares y los mercados del mundo. En 1806 Francisco de Miranda invade por Coro con apoyo de los ingleses; ese año y el siguiente éstos asaltan infructuosamente Buenos Aires y luego planifican una expedición al mando de Wellesley, futuro duque de Wellington, para liberar o subyugar la América Española. En 1808 Napoleón invade España para clausurar los puertos de Portugal, los únicos abiertos en Europa a los británicos. Su hermano José Bonaparte envía agentes con instrucciones para “dar la libertad a la América española” a cambio del “comercio libre con los pueblos de las dos Américas” (Pérez Rescaniére, 2011: I,145) Tenemos así dos planes, uno inglés y otro francés, para “liberar” la América española, o más bien para pasarla de uno a otro coloniaje. Lo que suceda en nuestra región decidirá el futuro del planeta ¿Será otra vez el Nuevo Mundo repartido entre imperios de ultramar? ¿Decidirá su propio destino? 

Yo tampoco quiero lacayos

Toda revolución surge de un choque entre imperios que los debilita. Al invadir España para completar el bloqueo continental contra Inglaterra, las tropas napoleónicas obligan a abdicar al Borbón Carlos IV en beneficio de su hijo Fernando VII. En España y América cunden Juntas Defensoras de los Derechos de Fernando VII, quien también vergonzosamente abdica. Difícil es la lealtad hacia el Consejo de Regencia de una Junta Conservadora de los Derechos de un Abdicante transferidos por otro Abdicante ¿Dónde volverán los ojos tantas viudas de la monarquía de derecho divino?


Yo tampoco quiero esclavos

Cuando la pirámide del poder se disuelve, hay que reconstituirla desde la base. Leamos el acta del 19 de abril de 1810 para enterarnos de lo que se debate. Según los firmantes, el Consejo de Regencia “no puede ejercer ningún mando ni jurisdicción sobre estos países, porque ni ha sido constituido por el voto de estos fieles habitantes, cuando han sido ya declarados, no colonos, sino partes integrantes de la Corona de España, y como tales han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina, y a la reforma de la constitución nacional (…)”. El poder, por tanto, no viene de arriba, de Dios o de la sangre azul, sino del “voto de los fieles habitantes”. Y aunque no fuere así, la autoridad no es un concepto abstracto, sino una realidad operante. Pues si “no pueden valerse a sí mismos los miembros que compongan el indicado nuevo gobierno, en cuyo caso el derecho natural y todos los demás dictan la necesidad de procurar los medios de su conservación y defensa; y de erigir en el seno mismo de estos países un sistema de gobierno que supla las enunciadas faltas, ejerciendo los derechos de la soberanía, que por el mismo hecho ha recaído en el pueblo, conforme a los mismos principios de la sabia Constitución primitiva de España, y a las máximas que ha enseñando y publicado en innumerables papeles la junta suprema extinguida”. Carolina Guerrero interpreta acertadamente que “Los actos discursivos prerrepublicanos dieron cuenta de la concepción de la soberanía como poder supremo emanado del pueblo o de la nación, titular de derechos sagrados. Implicaba la deconstrucción de la concepción descendente del poder propia del orden monárquico absolutista. Y admitía la intervención divina en la creación de la soberanía sólo como acto trascendente inserto en la dinámica del derecho natural, destinado a proteger a sus beneficiaros en el goce y ejercicio de tales derechos. Si a lo largo de tres siglos se había asumido la figura del rey como expresión de la voluntad divina (en contradicción con el espíritu iusnaturalista hispánico), la republicanización del concepto demandaba demostrar que la verdadera interpretación de la ley de Dios consistía en el reconocimiento y defensa de la soberanía popular, lo que además obligaba a distinguir entre soberanía originaria y ejercicio temporal del poder por autorización, o soberanía instrumental derivada” (Guerrero, 97). 

Yo tampoco quiero mando

Sobre estas bases conceptuales se escenifica casi como una pieza dramática el movimiento del 19 de abril de 1810. El capitán general don Vicente de Emparam viene designado por José I Bonaparte, invasor francés que ocupa el trono de España. El Martes Santo, 17 de abril ancla en La Guaira un buque con documentos que ordenan el reconocimiento del Consejo de Regencia. Emparam los acata y difunde la orden en bandos pegados en las paredes, sin consultarlo al cabildo, las autoridades ni las corporaciones. Al día siguiente se reúnen patriotas, entre otros José Félix Rivas, Mariano Montilla y Narciso Blanco, prenden al teniente coronel Osorno, y comprometen a los capitanes del batallón Aragua y a los oficiales del batallón de pardos para desobedecer al comandante español Ros (Blanco, 126). En la mañana del Viernes Santo se reúne el cabildo y plantea al capitán general la necesidad de reunir una Junta; Emparam se excusa con el pretexto de asistir a los oficios religiosos. Cuando se dirige a éstos Francisco Salias lo toma del brazo y le impetra: Venga Usía al cabildo. Los ciudadanos reunidos en la Plaza Mayor corean el llamamiento; medio centenar de granaderos que custodian el sitio no se mueven para defender a Emparam, y el alférez mayor Feliciano Palacios por el contrario lo conmina a obedecer (Blanco, 127-128). Sigamos de nuevo el Acta del Cabildo: “(…)y abierto el tratado por el señor Presidente, habló en primer lugar después de su señoría el diputado primero en el orden con que quedan nombrados, alegando los fundamentos y razones del caso, en cuya inteligencia dijo entre otras cosas el señor Presidente, que no quería ningún mando, y saliendo ambos al balcón notificaron al pueblo su deliberación; y resultando conforme en que el mando supremo quedase depositado en este Ayuntamiento muy ilustre”. Añaden Rafael María Baralt y Ramón Díaz que el sacerdote chileno José Cortés de Madariaga pide abiertamente la deposición de Emparam; que éste como último recurso consulta al pueblo desde un balcón, mientras el sacerdote “indicaba a la turba la respuesta, haciéndole señas a hurtadillas. Los conjurados que estaban mezclados con el pueblo, gritaron no le queremos: el pueblo prorrumpió también no le queremos. Emparan disimulando su bochorno dijo con despecho, pues yo tampoco quiero mando”(Baralt y Díaz, I, 51). La multitud reunida debía ser de consideración para la pequeña ciudad. No sólo la convocaba la agitación sobre las noticias llegadas de España, sino la solemnidad religiosa, que con sus oficios, cortejos y procesiones y su nutrida guardia militar era una vasta ceremonia colectiva que emblematizaba el orden de la sociedad de castas. 

Yo tampoco quiero moderación

¿Hay que desautorizar al movimiento del 19 de abril como pronunciamiento ingenuo, que espera operar un cambio de sede de la soberanía mediante razonamientos abstractos y una reducida aclamación popular que legitimaría la decisión de un cuerpo de privilegiados? Sigamos leyendo el acta del 19 de abril. En lo político sus medidas se reducen a desconocer el Consejo de Regencia, deponer a Emparam, nombrar a don Francisco de Berrío fiscal de la real hacienda en lugar del intendente Vicente Basadre, cesar al brigadier Agustín García y a José Vicente de Anca, auditor de guerra, y a los integrantes de la real audiencia. Pero se dispone “que se conserve a cada uno de los empleados comprendidos en esta suspensión el sueldo fijo de sus respectivas plazas y graduaciones militares”. Con razón opina el testigo presencial presbítero José Félix Blanco que “jamás hubo ejemplo en la historia de las revoluciones de una moderación como la que se vio en aquel día memorable” (Blanco, 128). Es como acusar a la chispa de no ser todavía incendio. No olvidemos que todas las revoluciones comienzan con la vana esperanza de conciliar pacíficamente los intereses de las clases emergentes con los de las hegemónicas. La respuesta feroz de estas últimas es la que obliga a una progresiva radicalización del movimiento.  

Yo tampoco quiero orden

El del 19 de abril aspira a ser en sus principios, como lo llama Carole Leal Curiel “la Revolución del Orden”. Lo es, en cuanto postula la sustitución de un orden derivado del derecho divino, por otro derivado del derecho natural racional. En el proceso interfiere un desorden inmovilizado a duras penas por la represión colonial de la sociedad de castas. Como señala la autora, “Después de 1810 y una vez declarada la independencia absoluta e instaurada la república, 1811 en adelante, las castas (indios, pardos, negros libres, indios y esclavos), el pueblo llano (populacho o plebe como se le llamó) pasan a constituir un problema capital en la reflexión acerca de cómo conciliar la libertad con el orden en tanto ellas amenazan bien sea la propiedad, bien la libertad y libertades o, mucho más tarde, el progreso y la civilización” (Leal, 81). Para reponer su orden, los sectores y clases amenazadas recurren indistintamente a la sublevación interna y la agresión externa. Contra la naciente República se alzarán la rebelión de Maracaibo y Coro y Guayana y las milicias de Monteverde y de José Tomás Boves y la Guerra de Colores, el bloqueo de España y la expedición del Pacificador Morillo. Contra ellos la Patria esgrimirá la liberación de los esclavos y las grandes confiscaciones de bienes de los realistas y la guerra continental y los proyectos de integración americana. La lucha no concluye con la Independencia política: se intensifica en creciente espiral de acciones y reacciones cuya expansión todavía no concluye. 

Yo tampoco quiero mitos

El 19 de abril es más que un mito socarrón con un cura Madariaga que hace señas al pueblo como si éste no supiera qué decidir y un Capitán General que tampoco quiere mando cuando ya milicia y gobernados se lo quitaron y unos oligarcas que promueven la Independencia bajo la especie de Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII. A lo largo de los trescientos años de calma colonial que deploró Bolívar, en Nuestra América se sucedieron cumbes, pachakutiks, alzamientos y rebeliones. La del 19 de abril es la primera que culmina en un proceso independentista que dura hasta hoy. Sus postulados, el derecho a procurar la propia conservación y defensa, a erigir un sistema de gobierno que las garantice, la soberanía del pueblo, son conceptos relumbrantes y poderosos como relámpagos. Anuncian un reguero de pronunciamientos independentistas que en pocos meses incendia la América española. No cierran el debate: abren otro, todavía inconcluso, entre soberanía popular y despotismo elitista, entre castas, entre imperios y periferias, entre clases sociales. La conciliación es la única farsa. Yo tampoco quiero mitos. 

Fuentes: 

Baralt, Rafael María y Ramón Díaz: Resumen de la Historia de Venezuela, Tomo Primero, Brujas-París, Desclée de Brouwer, 1939.

Blanco, José Félix: Bosquejo histórico de la Revolución de Venezuela, Bicentenario del Natalicio del Libertador Simón Bolívar, Venezuela, Caracas, 1983. 

Guerrero, Carolina: “19 de abril de 1810: los límites de la soberanía original y la soberanía derivada” Revista Politeia, N° 43, vol. 32. Instituto de Estudios Políticos, UCV, 2009:87-102. 

Leal Curiel, Carole: “La revolución del orden: el 19 de abril de 1810” Revista Politeia, N° 43, vol. 32. Instituto de Estudios Políticos, UCV, 2009:65-86. 

Pérez Rescaniére, Gerónimo: De Cristóbal Colón a Hugo Chávez Frías, T.I, Fondo Editorial Ipasme, Caracas, 2011

(FOTO/TEXTO: LUIS BRITTO).


 


 


 


 


 


 


 


 


 











domingo, 15 de abril de 2012

PARA RETIRARNOS DE LA TRAMPA DE LA CORTE INTERAMERICANA DE LA OEA



Un cero a la izquierda
¿Soy el único que defiende la tesis de que Venezuela debe retirarse de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos? No. El ciudadano Presidente de la República Hugo Chávez Frías sostuvo en el Consejo de Ministros de fecha 17 de septiembre de 2011, en presencia de Evo Morales,  que la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos “no vale nada y forma parte del pasado”. También declaró categóricamente que  “Aquí gracias a Dios hay un sistema legal y un Estado e instituciones que han demostrado que funcionan”. Y resumió su posición ante la Corte Interamericana, afirmando  que “para mí es un cero a la izquierda”.
  Sistema legal e instituciones que funcionan
¿Por qué menciona el Presidente que tenemos un sistema legal y un Estado e instituciones que han demostrado que funcionan? Porque la Comisión Interamericana y la Corte Interamericana de los Derechos Humanos sostienen que ni el sistema legal ni las instituciones ni el Estado venezolano funcionan, y que por lo tanto la Comisión y la Corte (o un golpe o una fuerza invasora de ocupación) deben suplantarlos. Veamos cómo intenta hacerlo. El artículo 46, literal a) de la Convención Americana de los Derechos Humanos prohibe a la Comisión y a la Corte Interamericanas conocer de casos sobre los cuales no  hayan decidido en forma definitiva los tribunales nacionales. La Comisión lo viola sistemáticamente.  En su Informe para el Examen Periódico Universal,  acusa a Venezuela en 233 párrafos. De ellos,  205 párrafos se refieren a casos en los cuales no se han agotado los recursos internos. Vale decir, Comisión y Corte actúan ilegalmente como si el sistema judicial venezolano no existiera, decidiendo antes que éste, y creando el riesgo de emitir sentencias paralelas y contradictorias. Quien no respeta sus propias normas, quiere violentar las ajenas.
Asegurar la independencia del poder judicial
Así, violando una vez más su propia normativa, el 25 de septiembre  la Comisión  acepta una denuncia de Allan Brewer Carías, que no ha agotado la jurisdicción interna. Para aceptar esta denuncia inadmisible según las normas que la rigen, la Comisión alega que Venezuela debería “Adoptar medidas para asegurar la independencia del poder judicial”.  Con lo cual da por sentado, antes de conocer el caso,  que dicha independencia no existiría y que nuestro Poder Judicial debería  ser suplantado por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos.  La Corte no puede suplantar a nuestros tribunales Pero la Sala Constitucional de nuestro Tribunal Supremo de Justicia,  en sentencia 1265/2008 estableció que en caso de evidenciarse una contradicción entre la Constitución y una convención o tratado internacional, “deben prevalecer las normas constitucionales que privilegien el interés general y el bien común, debiendo aplicarse las disposiciones que privilegien los intereses colectivos (…) sobre los intereses particulares”. Luego, en sentencia de 18 de diciembre de 2008 del expediente N°08-1572,  juzga que “La Corte Interamericana de Derechos Humanos no puede pretender excluir o desconocer el ordenamiento constitucional interno, pues la Convención coadyuva o complementa el texto fundamental que, en el caso de nuestro país, es “la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico” (artículo 7 constitucional)”. Sin embargo, escuchamos al presidente de la Comisión Interamericana sostener en sesión de 27 de marzo, que el tratado internacional debe aplicarse aunque lo contradiga el derecho interno. Con este pronunciamiento, previo al debate, de una vez también pretende la Comisión anular nuestra Constitución y nuestro Poder Legislativo.
 El TSJ insta a retirarnos de la Corte Interamericana
 Ahora bien, anteriormente el  Tribunal Supremo de Justicia en sentencia N° 1942/2003 decidió: “Consecuencia de lo expuesto es que en principio, la ejecución de los fallos de los Tribunales Supranacionales no pueden menoscabar la soberanía del país, ni los derechos fundamentales de la República”(Subrayado en la sentencia). Y  en definitiva decide que procede denunciar la Convención Interamericana, en los siguientes términos: “Igualmente con base en el mismo principio y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 78 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, se solicita al Ejecutivo Nacional proceda a denunciar esta Convención, ante la evidente usurpación de funciones en que ha ocurrido la Corte Interamericana de los Derechos Humanos con el fallo objeto de la presente decisión; y el hecho de que tal actuación se fundamenta institucional y competencialmente en el aludido Tratado. Así se decide”.
 Severas críticas de los países latinoamericanos
¿Solamente Venezuela formula críticas contra los procedimientos ilegales de la Comisión y la Corte Interamericana? En el Informe del Grupo de Trabajo Especial de Reflexión sobre el Funcionamiento de la Comisión Interamericana, de 13 de diciembre de 2011,  los representantes de Brasil, Bolivia, Ecuador, México y Perú   recomiendan a dicha Comisión: “a) Reflexionar sobre la eficacia del Capítulo IV del Informe Anual de la CIDH en la promoción de los derechos humanos en el hemisferio. b) Revisar los criterios, metodología y procedimiento para la elaboración del Capítulo IV, incluyendo el uso de fuentes públicas y privadas. c) Ampliar el espectro del Capítulo IV del Informe Anual de la CIDH para que se analice de manera objetiva e integral la situación de los derechos humanos en todos los Estados de la región, independientemente de que sean estados parte o no de los instrumentos interamericanos de derechos humanos. d) Considerar en la elaboración del Capítulo IV no solo derechos civiles y políticos, sino también los derechos económicos, sociales y culturales”. No es una minucia instar a un organismo a que reconsidere su eficacia, sus criterios, metodologías, alcances y estrechez de miras. Son países que comprenden cerca de la mitad del territorio y de la población de América Latina y el Caribe. Seguramente tampoco les hará caso una Comisión que nada hizo ante la petición de la Minga de los Movimientos Sociales para que adoptara medidas cautelares en protección del secuestrado presidente Hugo Chávez Frías, y cuya única medida con respecto al golpe contra el presidente electo Rafael Correa, se limitó a solicitar a éste que suspendiera la ejecución de la sentencia por difamación contra un diario ecuatoriano que tergiversó los hechos. Tampoco han hecho nada ni Comisión ni Corte con respecto a los tres millares de víctimas fatales de la dictadura chilena. Es insultante que se digan defensores de Derechos Humanos organismos que permanecen sordos, mudos y ciegos ante hechos semejantes.
Decidámonos
¿Por qué tenemos que reconocer organismos que no reconocen que Venezuela es soberana? Ya el Poder Ejecutivo y el Judicial han manifestado el propósito de excluirnos de esos tribunales que pretenden suplantar al sistema judicial venezolano. Tal decisión debe ser perfeccionada por el Poder Legislativo. Para retirarnos de la  Convención Americana basta que lo decida la Asamblea Nacional,  según el artículo 187, numeral 18 de la Constitución  de la República Bolivariana de Venezuela. Según el artículo 78 de la Convención Americana, se requiere para ello el preaviso de un año;  las causas ya entabladas seguirán su curso, pero no se podrán iniciar nuevas demandas. Sería oportuno que adoptáramos dicha decisión en conjunto con otros países que han formulado severas críticas contra esos organismos y han sido víctimas de sus decisiones ilegales. Sería conveniente que lo hiciéramos con la mayor prontitud, para evitar que, como sucedió con el CIADI, cada nueva condena injusta cause mayores y más contundentes daños a Venezuela, e incluso que, como ya lo han hecho, pretendan invalidar decisiones atinentes ni más ni menos que a los procesos electorales de nuestro país. Decidámonos, antes que la Corte pretenda decidir que no somos soberanos.

ENTREVISTA DE HISTORIETÓLOGO MEXICANO

HTTP://HISTORIETOLOGO.BLOGSPOT.COM.MX2012
Entrevista de Juan Navarrete a: Luis Britto 

¿Quién es?
Escritor venezolano homenajeado de la Feria Internacional del Libro 2012, cuenta con una vasta y vertiginosa producción entre ensayos, libros, obras de teatro y guiones de cine. Quizás sea mejor conocido por su libro Rajatabla (1970), obra experimental fuertemente critica de la situación venezolana de ese entonces; Abrapalabra (1980); La orgía imaginaria, 1983). También se ha dedicado al ensayo, entre cuyos títulos cabe citar El imperio contracultural: del rock a la posmodernidad (1991). Premio Casa de las Américas en 1970 y premio nacional de literatura en 1980 y 2002. Quizás menos sabido es que durante los 70s Luis Britto colaboraba también para El Sádico Ilustrado, revista humorística de fina manufactura que contaba con dibujos y escritos suyos. 
Página(s) Web: http://luisbrittogarcia.blogspot.com/.
http://luis/ Britto.Wordpress  
Entrevista realizada el 5 de Abril, 2012

¿Usted es escritor, abogado en derecho, guionista, periodista, poeta, ensayista y también humorista. ¿A qué se debe ese interés por dibujar? ¿Cuándo comenzaste a dibujar? ¿Porque?
   -Pues empecé a dibujar antes que  a escribir, porque podía aprender yo solo, sin maestro. Siempre me he reprochado no haber trabajado más la plástica. Es más, me propuse no aprender a leer, porque el dibujo me parecía una forma de expresión más perfecta que la escritura. Eso duró hasta que mi mamá se negó a leerme los textos de las historietas: no tuve más remedio que aprender a leer. Todavía garabateo muchas cosas, y ahora estoy en la reactivación del proyecto de un dibujo animado que hice en la Universidad de los Andes, y que quedó interrumpido porque intervinieron el Departamento de Cine.

¿A tu criterio cual fue la experiencia del Sádico Ilustrado y por qué fue un hito tan importante en la historia del humor gráfico venezolano está publicación?
   -Fue una experiencia extraordinaria. La propuesta era ir más allá del humor político cotidiano, trabajando otras áreas de la experiencia con más perdurabilidad: el absurdo, el amor, la tragicomedia urbana. Pero sobre todo había un tratamiento gráfico espléndido, con los mejores pintores y caricaturistas del país trabajando todas las páginas a todo color. Allí colaboraban artistas plásticos de primera magnitud, como Pedro León Zapata, Régulo Pérez y Luis Domínguez, que también hacen humor. Incidentalmente colaboré con algunos dibujos, y acabo de ver uno reproducido en una gigantografía en la Biblioteca Nacional.

¿Merece un espacio el humor gráfico al lado de las demás llamadas bellas artes? ¿A tu criterio porque se debe la discriminación?¿Quiénes le temen al humor?, o ¿porque incomoda a algunos el humor?
   -Pues claro que sí, y no un espacio al lado de ellas, sino dentro de ellas ¿Quién va a decir que casi todo Goya no es humor negro? ¿Qué Brueghel y el Bosco no son miradas humorísticas sobre el horror del mundo? ¿Que el dadaísmo y el surrealismo no son formas de humor? ¿Que José Guadalupe Posadas no es humor? ¿Y que gran parte de la obra de Picasso no es una humorada? El humor es la verdad dicha con la mayor economía de medios, vale decir, con la mayor eficacia, y eso aterra a todo el mundo. Por eso le asignan un estatuto secundario, sobre todo en nuestras sociedades pacatas. Pero el humor tampoco aspira a un rango académico ni axiológico. Sería contradictorio que deseara ser valorado, porque justamente se burla de los valores.

(DIBUJOS. LUIS BRITTO GARCÍA)