sábado, 9 de marzo de 2013

EL CUARTO RESCATE DE HUGO CHÁVEZ FRÍAS



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La muerte es nuestra  herencia.  Lo único que nos hermana  es  la despedida. Al irnos dejamos  cenizas y quizá algunas obras.



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Desde la eternidad no hay actos. La obra sobrevive por el consenso que  suscita. Nuestra  carne se extingue, el pensamiento sobrevive.  

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En vano intentaron sofocar el ideario de la izquierda insurrecta del pasado siglo por  vías  de exterminio o  claudicación. Hugo Rafael Chávez Frías lo resucita en  la centuria que amanece; a él lo salva el pueblo  de acechanzas cada vez  más feroces.

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El primer rescate arranca el 4 de febrero de 1992. Un grupo de jóvenes oficiales indignados por la masacre del 27 de febrero de 1989 fracasa en una rebelión militar. El desconocido teniente coronel que la encabeza admite su responsabilidad y es sepultado en las fauces de una prisión militar, quizá por décadas. El pueblo lo visita en ininterrumpida peregrinación, rodea el cuartel San Carlos y convierte la derrota estratégica en aclamación política. Cuando el presidente Rafael Caldera traslada al incómodo recluso a Yare, el pueblo se indigna al punto de que se teme una nueva insurrección popular, y el padre Arturo Sosa media para conjurarla. Entiende Caldera que no conviene un preso con más respaldo popular que el Presidente, y a través del indulto Hugo Chávez Frías es rescatado por primera vez por su pueblo desarmado de la muerte de una prisión militar interminable.

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La derrota no tiene amigos. Sale a la calle un ex oficial sin carrera y sin medios, a quien un espionaje minucioso impide ni siquiera soñar en una rebelión. Apenas se le acercan los izquierdistas que antes que él han gustado el sabor de la cárcel y la inminencia de la muerte, el pueblo que lo convence de probar la vía electoral cuando la automatización del sufragio abre por primera vez la perspectiva de unos comicios veraces. Y una avalancha de votos rescata a Hugo Rafael  de la muerte por olvido.

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El poder atrae oportunistas. A su alrededor pululan aquellos a quienes Manuel Vicente Romerogarcía llamó  Nulidades Engreídas y  Mediocridades Consagradas. Toda lealtad tarifada es sospechosa. Al joven Presidente lo asaltan hordas  de figurones del populismo que se travisten de bolivarianos para entrar en la comparsa del privilegio,  jaurías de  oligarcas dispuestos a manejarlo. Cuando no los obedece, le asestan un golpe de Estado, lo secuestran, lo envían prisionero a la capilla ardiente de La Orchila. Una nueva marejada  popular, esta vez unida con el ejército patriota, rescata a Hugo Rafael de su tercera muerte anunciada y lo devuelve a Miraflores.

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Sólo ante la muerte comprendemos el valor del instante. Quince veces se juega el todo por el todo Hugo Rafael en la arena del consenso, catorce veces lo rescata el pueblo confiriéndole poderes para lo indispensable. Como si tuviera los segundos contados, en poco más de una década acomete tareas pendientes desde eternidades: rescate de los recursos naturales y de las industrias que los explotan, derrota del analfabetismo y de la exclusión educativa, extensión de  servicios sociales a las grandes mayorías,  drástica reducción de la pobreza,  contundente disminución de la desigualdad, creación de medios de servicio público, alternativos y comunitarios, recuperación de industrias estratégicas, integración latinoamericana y caribeña, mediación a favor de la paz; orientación hacia el socialismo, creación de comunas y  organizaciones sociales, rescate de la identidad,  tradición y orgullo de los venezolanos, expulsión de la misión militar estadounidense, inconmovible unión de pueblo y ejército, constante consulta y aceptación de la voluntad popular;  veto de leyes que privatizaban las aguas y secesionaban la Nación, derrota del ALCA, aurora del ALBA,  rescate de la soberanía vulnerada por Cortes y Tribunales foráneos,  instauración de una diplomacia multipolar. Parecería haber más tareas que instantes de vida: todas las asume hasta que una misteriosa enfermedad lo abate en la plenitud de su poder, sus facultades y sus esperanzas.

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Triunfó siempre Chávez donde lo acompañó su pueblo, venció siempre el pueblo incluso cuando llegaron a su límite las fuerzas de Chávez.   Ante la pérdida, crecernos. Manteniendo y culminando su obra entre todos lo rescataremos también de esta muerte y lo restituiremos incólume al invulnerable palacio del alma.

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Libros de Luis Britto en Internet:
Rajatabla:www.monteavila.gob.ve

Dictadura Mediática en Venezuela: www.minci.gov.ve


REVOLUCIÓN ES HUMOR Y AMOR


Entrevista para Clodovaldo Hernández, CIUDAD CARACAS  CCS
En una conversación, me dijo Hugo Chávez Frías: “Yo no soy humorista. Lo que soy es jodedor”. Vale decir, provocador, zumbón, polémico. La verdad de la afirmación la testimonian algunos dichos memorables. Tras la abrumadora derrota de la rebelión militar del 4-F, reconoce ante los medios que no se han logrado los objetivos, y añade “por ahora”. La   paradoja resultó profecía. En un organismo internacional donde acaba de hablar Bush afirma que “aquí huele a azufre”, y todos saben por qué. Recordemos también la perdurabilidad de los apodos o calificativos que endilgaba. Con motivo de una manifestación rala que no llegaba al centenar de integrantes, llamó a los opositores “escuálidos”, y así se quedaron. Pero también cursó Hugo Rafael el camino del humor en la infinidad de anécdotas que terminaron formando Los cuentos del arañero. Hay historias sobre romances contrariados, sobre sus frustrados sueños de convertirse en  estrella beisbolística como “el látigo Chávez”, sobre los castigos en la Academia Militar por sus reflejos de zurdo. En esta capacidad de convertir contratiempos en añoranzas se revela el humorista, la víctima de su propia lucidez. Atrevámonos a la irreverencia de sospechar que si Hugo llega a ver sus propias exequias, las hubiera tachonado de chistes. Con razón afirmó alguna vez: "Revolución es amor y humor". A quien vive por la alegría ni la muerte  lo rinde.


UN LECTOR VORAZ


Entrevista de Luis Britto García para Lorena Tasca, El Universal
1. ¿Cuáles fueron los mejores libros que recomendó Chávez?
-De entrada, El Quijote. De Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, que entregó personalmente al presidente Obama, y que insertó el título en la lista de los más leídos en Estados Unidos. Un libro cimero, Así hablaba Zaratustra, de Federico Nietzche, raro en la biblioteca de un izquierdista porque propone un individualismo y un elitismo extremos, pero que está lleno de expresiones centelleantes. Los miserables,
de Víctor Hugo, un novelón romántico pleno de suspensos y sobresaltos, pero de un maravilloso vigor y de una gran solidaridad con el destino de los desposeídos.  Algunos títulos no eran de primer nivel, como El oráculo del guerrero, pero un lector voraz lee de todo, y Chávez lo era. 
2. ¿Considera que el Presidente logró que el hábito de la lectura se hiciera más común en todos los lectores?
-Sí, es obvio que el Presidente leía vorazmente. Parecía un librero: en cada “Aló Presidente” tenía una pila de volúmenes para presentarlos, pero además los comentaba con entusiasmo, en forma inteligente y a veces crítica, lo cual demuestra que en efecto los leía y  asimilaba. Y cada vez que el Presidente comentaba un libro, despertaba la curiosidad hacia él y aumentaba la venta al extremo de que a veces el título se agotaba. En algunos casos su entusiasmo por un libro era tal que ordenaba ediciones con tirajes cercanos al millón de ejemplares y de repartición gratuita, como ocurrió con el Quijote y con Los miserables.

3. Los libros recomendados por el Presidente, ¿son los imprescindibles para cualquier izquierdista?
-Sí, teniendo en cuenta que comentó y recomendó la literatura izquierdista sin establecer vetos ni discriminaciones. Igual comentaba a Marx que a Lenin y a Trotzky, al Che Guevara que a Mariátegui, a Abreu de Lima que a Simón Rodríguez, a Gramsci que a Federico Brito Figueroa y Carlos Irazábal, así como los panfletos y manifiestos de la izquierda venezolana, tales como los antologizados en San Carlos Libre. Su voracidad intelectual era inagotable. Se leía los libros ganadores del Premio Libertador al Pensamiento Crítico, y los comentaba minuciosa y detalladamente. Incluso analizaba detenidamente textos tan abstrusos como Más allá del Capital, de Meszaros, del cual me obsequió personalmente un ejemplar. Creo que con Simón Bolívar, Guzmán Blanco y Rómulo Gallegos, integra el cuarteto de los presidentes venezolanos que más han leído. Bolívar, incluso en los trajines de la Campaña del Sur, se las arregló para acarrear consigo una biblioteca de centenares de títulos, entre los que descollaban las obras de Voltaire, Montesquieu, Locke, Hobbes y Rousseau. Por cierto, debo agradecerle a Chávez que recomendara algunos de mis libros, entre otras América Nuestra: integración y revolución, y El pensamiento del Libertador: economía y sociedad.

4. ¿Qué impacto dejó Chávez en su discurso cultural?
-Durante muchas décadas algunas publicaciones culturales omitieron casi toda referencia a obras, temas y autores venezolanos, sugiriendo que la cultura era una mercancía exquisita, apolítica, sólo producida en el exterior y que debía ser importada. Esta orientación se replicó en los programas de algunas Escuelas de Letras. Floreció así una cultura de puertos. La prédica de Chávez, sus ediciones masivas, su constante recomendación de autores, incluso sus recitales donde citaba de memoria poemas de Andrés Eloy Blanco, de Arvelo Torrealba y de infinidad de otros autores, estimularon a volver la mirada hacia los problemas y las letras latinoamericanas, caribeñas y venezolanas, a examinar y debatir nuestra realidad, con sus grandezas y sus miserias. Hay que consignar también que los comentarios de Chávez estimularon un gran interés hacia la literatura infantil, pues dedicó extensos comentarios a las lecturas que había hecho cuando niño de la revista Tricolor, dirigida por Rafael Rivero Oramas, y en la cual participaron ilustradores que luego serían conocidos como insignes maestro de nuestra plástica.

5. ¿Alguna vez usted tuvo la oportunidad de recomendarle algún libro a él? En caso de ser así, cuál? ¿Lo leyó? le dio opiniones?
-Pues sí, El alma del hombre bajo el socialismo, de Oscar Wilde, un texto fundamental para entender el fin y propósito del socialismo. Y  Los desiertos del Ángel, de Alfredo Armas Alfonso, relatos concisos, tensos, sobre la región del Unare. Nos veíamos muy de tanto en tanto y siempre en las turbulencias de alguna prisa, de manera que no sé si los leyó.


domingo, 3 de marzo de 2013

SIN MEMORIA NO HAY JUSTICIA



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La Historia, decía James Joyce, es una pesadilla de la cual trato de despertarme. Férreo y tenaz fue el sueño angustioso de nuestra Historia Contemporánea. Desde 1958 nuestra cotidianidad consistió en manifestaciones abaleadas, periódicos confiscados, censura directa o indirecta de los medios, prohibición de piezas teatrales, exposiciones y películas, violaciones de domicilio, partidos ilegalizados, elecciones donde acta mataba voto, suspensiones de garantías de más de tres años consecutivos, allanamientos, torturados, enterrados vivos, desaparecidos, exiliados, universidades ocupadas militarmente y privadas de autonomía, Teatros de Operaciones donde no entraban ni  Constitución ni tribunales, aplicación de bárbaras leyes de Vagos y Maleantes que permitían condenar  mediante simple oficio a varios años de trabajos forzados a quienes carecían de profesión o domicilio, bombardeos contra  zonas rurales, desplazamientos forzosos de campesinos, asesinatos selectivos, grupos delincuenciales de la policía, detenciones en masa de todos los habitantes de zonas populares con el pretexto de verificar si tenían antecedentes penales, masacres, hecatombes. Es posible que el número de víctimas fatales llegara a las diez mil. A este horror lo llamó Rafael Caldera “la vitrina de exhibición de la democracia latinoamericana”.
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Ante el diluvio de tropelías los organismos encargados de aplicar la Ley, con honrosas excepciones, otorgaron y callaron. Correspondió a simples ciudadanos, camaradas, comités de Derechos Humanos y uno que otro parlamentario progresista  denunciar e investigar violaciones. No era fácil. Por el mero hecho de denunciar se convertían en las primeras víctimas de la represión. Los expedientes de cuerpos policíacos y tribunales de excepción permanecían cerrados a piedra y lodo, y tal situación siguió igual después de que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela dispuso inequívocamente en su artículo 143: “Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a ser informados e informadas oportuna y verazmente por la Administración Pública, sobre el estado de las actuaciones en que estén directamente interesados e interesadas, y a conocer las resoluciones definitivas que se adopten sobre el particular. Asimismo, tienen acceso a los archivos y registros administrativos, sin perjuicio de los límites aceptables dentro de una sociedad democrática en materias relativas a seguridad interior y exterior, a investigación criminal y a la intimidad de la vida privada, de conformidad con la ley que regule la materia de clasificación de documentos de contenido confidencial o secreto. No se permitirá censura alguna a los funcionarios públicos o funcionarias públicas que informen sobre asuntos bajo su responsabilidad”.
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Venezuela asume la investigación de estas atrocidades con retardo injustificable. Dictadura hubo en Argentina, y para 1984 el informe Nunca más, de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, presidida por Ernesto Sábato, reconocía 8.960 desaparecidos. En Chile en 1990 el informe Rettig, de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, verificó 2.296 víctimas fatales de Pinochet. Las organizaciones sociales afirman que las cifras reales son muy superiores, pero por algo se empieza. En cambio, a catorce años del triunfo bolivariano,  Ministerio de Justicia,  Fiscalía, Defensoría del Pueblo y tribunales apenas han comenzado a cumplir a plenitud con las  competencias que los obligan a investigar y sancionar  crímenes de lesa humanidad. La mayoría de las realizaciones en la materia se deben a la empecinada y desamparada labor de deudos y comités de víctimas. Sólo en 2011 la Asamblea Nacional bolivariana emite una Ley para Sancionar los crímenes, desapariciones, torturas y otras violaciones de los Derechos Humanos por razones políticas en el período 1958-1998, y designa una Comisión de la Verdad para cumplir dicha tarea.
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Aquellos que no aprenden de la Historia, decía Santayana, se ven obligados a repetirla ¿Qué hacer para evitar que el horror reincida? En primer lugar, se deben abrir los sepulcros blanqueados de los expedientes de tribunales y cuerpos represivos, hasta hoy vetados para la ciudadanía. Se debe evitar que continúe la destrucción de archivos y de pruebas, e investigar y sancionar a sus responsables.
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En segundo lugar, Ministerio de Justicia, Fiscalía y Defensoría del Pueblo deben  poner a disposición de la Comisión las investigaciones que en función de sus competencias estaban y están obligados a adelantar sobre estos crímenes de lesa humanidad, y explicar y justificar las posibles omisiones en el cumplimiento de ellas, entendiéndose que la creación de una Comisión de la Verdad no los releva ni exonera del cumplimiento de tales atribuciones, ni del deber de continuar desempeñándolas.
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En tercer lugar, la Comisión debe desarrollar un mecanismo para desempeñar sus tareas. Un cuerpo colegiado trienal de una treintena de  personas que ejercerán funciones a título honorífico,  parece  diseñado para hacer casi imposible que se reúna y que cuente con medios para cumplir con tareas que durante una década no cumplieron organismos con abundante dotación administrativa y presupuestaria.  Sólo el convocarnos para la juramentación ha tomado año y medio. “Mas estas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán exterminados”, escribía Bolívar en Mérida el 9 de julio de 1813. Esperémoslo.

(TEXTO/FOTOS: Luis Britto)
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